Desde hace algunos años, el feminismo
abre telediarios, encabeza manifestaciones, legitima liderazgos y concede una
superioridad moral a la parte llamada progresista de la sociedad. Aún así, sólo
una de las cinco presidentas de Comunidades Autónomas en la actualidad
pertenece a esa ala llamada progresista. ¿Por qué no encabezan todas las
candidaturas? ¿Para cuándo una presidenta del Gobierno?
La coherencia entre el discurso y la
práctica muchas veces ni está ni se la espera. Y es aquí donde uno se pregunta
si el feminismo es hoy compatible con el PSOE del marido de la Begoña,
especialmente tras la sucesión de informaciones sobre agresiones y
comportamientos machistas protagonizados por miembros de su propio partido. Y
lo peor, la tapada por respuesta.
Nadie entendió mejor ese potencial
que el marido de la Begoña. Pedro Sánchez ha hecho del feminismo -y del odio a
Franco- la herramienta central de su política. La pregunta es si ese uso
responde a una convicción profunda o, más bien, a una estrategia de poder. Y
con Sánchez, está claro.
Una cosa es defender la igualdad y
otra muy distinta practicarla. Sánchez
aparece como un gallo consciente de que rodearse de mujeres —en cargos
visibles, en discursos solemnes, en fotografías cuidadosamente programadas—
refuerza su autoridad, moderniza su imagen y despista otros affaires. Da
la sensación de que para el marido de la Begoña las mujeres son simplemente un
método en su búsqueda de votos. Vamos,
que se siente como un gallo dentro de un gallinero.
El problema surge cuando el feminismo
exige coherencia. Cuando se destapan agresiones y comportamientos machistas
dentro del propio partido, y la única acción es la de acallar a las víctimas y
premiar al acosador. Y no son sólo
hombres quienes protegen al acosador.
Hay mujeres dentro del PSOE que también han protegido a los acosadores y
han dejado abandonadas a las víctimas. Ya
no es cuestión de principios sino de intereses.
Intereses personales para contentar al
amado líder y de proteger la estructura de poder antes que a las mujeres que
dicen defender.
Resulta irónico que un partido que se
presenta como referente feminista actúe como tantos otros cuando el machismo no
viene de fuera, sino de casa. Las agresiones pasan a ser “casos aislados”, las
víctimas un problema de gestión interna y el feminismo, de repente, algo que
conviene no agitar demasiado para que no incomode al amado líder.
Y uno se pregunta si el nombre dado a
la ley “de representación
paritaria y presencia equilibrada de mujeres y hombres” de “ley cremallera”
¿tendrá algo que ver con las braguetas?
PUBLICADO EL 18 DE DICIEMBRE DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.